Escribir: ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Sobre qué?


Escribir: ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Sobre qué?

“¿Por qué?” “¿Para qué?” “¿Sobre qué?” Tres preguntas y un espacio por rellenar. Y debiera ser simple, mas tal vez esté cometiendo el error de querer ser creativo, cuando hay días en los que la creatividad permanece inaccesible a mis reclamos. Tal vez hoy sea uno de esos días. Días que van formando semanas. Semanas que se unen en meses.

Debiera ser simple, pero ¿por dónde comienzo?

La RAE define escribir como:

“Representar las palabras o las ideas con letras u otros signos trazados en papel u otra superficie”

La superficie la tengo, estoy escribiendo en “formato word” usando mi portátil. Debo pensar la manera de abordar la “representación de las palabras o las ideas”.

Vayamos al origen, al momento en que descubrimos las palabras. Imagina un niño con un objeto esférico entre las manos. Ese niño acaba de descubrir su nombre, que corresponde a la palabra “balón”. Se ve capaz de pronunciarlo, lo siente de su propiedad, se siente poderoso, pues sabe que sirve para golpearlo, o lanzarlo, incluso puede botarlo. Su mundo es eso y todo encaja.

Pero la vida se va complicando a la vez que enriqueciendo, o nosotros, ya no se trata sólo de objetos, tratamos de gestionar ideas, elaborar opiniones, comprender sentimientos o interpretar emociones. Y si no somos capaces nos vamos diluyendo.

¿Sobre qué escribo? Es fácil, sobre ideas, opiniones, sentimientos o emociones. Toda buena historia (o mala), realidad o ficción, tiene estas variables.

Vayamos al “para qué”. Generalmente estos conceptos, aunque puedan ser nombrados, necesitan algo más para hacerlos propios, para entenderlos, para comprenderse uno mismo y el mundo que le rodea. Para recuperar la sensación de ese niño y su balón, y volver a sentirse capaz.

Y eso nos lleva al porqué, escribir nos ayuda a desarrollar y organizar esas variables. Huellas que vamos dejando y que marcan de dónde venimos y hacia dónde vamos. El “para qué” es el fin, pero el camino es lo que en realidad enriquece (o complica) a una persona. Ítaca no importa tanto como el viaje hacia ella, o algo así decía Cavafis.

Así pues, qué es escribir si no comenzar a soltar el lastre para luego flexionar las piernas, y dar un pequeño salto. Esperando volar, pero sabiendo que tal vez no seas capaz, lo vuelves a intentar y cada vez, estiras la mano para tocar un poquito de cielo. Un poquito de claridad. Inspirando, enriqueces de aire limpio tus pulmones. Y dejas que pase el tiempo. Observas y tal vez escuches un “yo también”.

Diego Rico Suárez

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