Érase una vez una noche, en Arabia

ÉRASE UNA VEZ UNA NOCHE, EN ARABIA.
“[…]

Sobre ellos, el primer eclipse. La Luna besaba al Sol, y el mundo era de nuevo.”

- Espero le haya gustado. Sin embargo, hay otras historias sobre el inicio de los tiempos. Existen multitud de piedras soñando que son pájaro (1)… La siguiente, comienza así:

“De todo derivó el mundo, y el resto se dividió en tres. Anhelando placer, belleza o sabiduría; hubo un rey, una artesana, y un ermitaño. En el cielo no había astros, un ave de fuego, volando errática y libre, era sinónimo de luz, la luz necesaria para que el hombre proliferase.

Muchos años acontecieron, y entonces nació un deseo. Era deseo, egoísta, de un rey. ¿Y si el pájaro de fuego fuese de su propiedad, y tan solo pudiese volar entre los muros de su gran palacio? Hizo llamar a todos sus hijos, a fin de cuentas se habían convertido en los guerreros más capaces y diestros, pues trazas de divinidad aún contenía su sangre. Liderados por el poderoso Júpiter, la bella y letal Venus, y el sanguinario Marte, todos acudieron. Sin más dilación, el rey tomó la palabra:

- Traedme al pájaro. ¡Quiero el “ave de fuego”!

- Pero… Padre, el pájaro cumple un cometido muy importante… - entre la prole convocada habló uno de los hijos - ¡No podemos negarle al mundo su luz!… Yo… - de repente, su voz, extinguida. Cayó al suelo. Apenas manaba sangre de la herida que había acabado con él. Veloz, y sin embargo precisa.

- Así se hará Padre, ¡tendrás tu pájaro! – sentenció Mercurio.

Hay multitud de leyendas sobre los hijos del rey y la captura del pájaro. Pues sí, el pájaro fue capturado. Victoriosos, sólo 9 regresaron.

El mundo había perdido su brillo, por capricho y vanidad. A oscuras, el caos amenazaba con maniatar a los hombres, y el rey planeaba sacar provecho de ello. Las doradas alhajas que lo envolvían no eran suficiente, en su retorcida mente, para simbolizar su superioridad; y la “pluma de fénix” demasiado valiosa como para no sacar provecho. La “gallina de los huevos de oro” era suya y a más riqueza, más saciaría sus placeres. Más alimentaría su ego. Después de todo era un dios. “

- ¿Así termina? ¿Has terminado con tu historia?

- No, esposo mío, hay más personajes en esta historia, recuerde, una artesana, un ermitaño, y algún otro, que aún no ha hecho acto de presencia.

- Bien. Aunque ciertamente me hubiese gustado conocer alguna de las leyendas sobre la captura del pájaro…

- Descuide, una historia no tiene porqué ser lineal – Sherezade sonriente, a la par que aliviada, sabía que con ese relato que acababa de inventarse había aplazado su sentencia. Otra vez.

Amanecía un nuevo día, en Arabia.

Diego Rico Suárez 

(1) Ver “En el aire, la piedra” de María Ángeles Pérez López

Comentarios

Entradas populares de este blog

CLEM

Escribir: ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Sobre qué?

Custodia compartida (Una interpretación de “Caperucita Roja” de Adolfo Serra)